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Un sueño de piedra y cincel. Noruega

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Una de las grandes atracciones de la ciudad de Oslo es el parque Vigeland. Este parque, que adopta el nombre del escultor que lo imaginó, está situado al oeste de la ciudad, y tiene como principal aliciente la mágica sucesión de tallas que pueden observarse a lo largo de las cinco grandes áreas que lo conforman.

El bello y muy noruego parque, no pasaría de ser otro agradable jardín de los muchos que pueden visitarse en cualquier capital europea, si no fuera por la fuerza y la capacidad de transmisión que el escultor Gustav Vigeland consiguió con sus esculturas.

Todas las tallas presentes cuentan con el toque singular de su autor noruego, pero, para mí al menos, es su “Monolitten” la pieza cumbre que logró sobrecogerme y emocionarme. 

Esta impresionante obra es un bloque único de granito de 17 metros, completamente esculpido con una marabunta de 121 cuerpos humanos retorcidos y entrelazados de una forma única que consiguió erizarme la piel. Personalmente, en esa aparente fría torre de piedra, inicialmente sentí todo el dolor humano, la desesperanza de los refugiados, la lucha de los náufragos, la tragedia hecha piedra.. pero según la miraba más y más, sorprendentemente también comencé a tener sentimientos contrapuestos…la imponente torre comenzaba a transmitirme belleza y sosiego, la importancia de la familia, la necesidad de amor de los seres humanos, la energía viva de una sociedad unida…

Me resulta fascinante como el genio de un hombre es capaz de hacerme sentir tal torbellino de sensaciones simplemente con su imaginación y la destreza de sus manos.

El parque Vigeland es una lección de cómo alcanzar sueños imposibles a través de la constancia, el trabajo y de no perder nunca la esperanza y la ilusión. Gracias querido escultor por recordarme, a golpe de cincel, que tener sueños y luchar por ellos siempre es una opción.