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Cruzando el Océano a Vela. Gran Prix del Atlántico 2012

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Esta edición del Gran Prix del Atlántico ha sido muy especial para todos aquellos que por primera hemos cruzado el Océano Atlántico a vela. 

Yo, como otros muchos participantes, hace años que tenía este viaje en la cabeza, un viaje mítico que desde tiempos de Colón ha sido realizado, primero, buscando nuevas tierras, conquistas y fortuna, y posteriormente buscando reconocimiento o el cumplimiento de retos personales y sueños. 

Para mí, como hombre ávido de vivir nuevas experiencias y aventuras, este era un sueño y algo que sentía debía hacer al menos una vez en la vida. Y este momento llegó en Lanzarote el 8 de Enero de 2012.

Es mediodía cuando desde la marina de Rubicón los espectadores nos despiden entre palmas. Ha llegado el momento. El inicio de la regata tantas veces soñada. Y partimos. En mi caso, con mucha alegría e ilusión, pero porqué no decirlo también con incertidumbre y algo de miedo.

Desde el inicio nuestro equipo se autoimpuso una rutina diaria de funcionamiento y de comportamiento. Algunas reglas básicas quedaron claras desde el principio; la necesidad de orden y limpieza en todo caso en las zonas comunes, y el establecimiento de guardias de dos personas a lo largo de toda la noche. Además dos de los tripulantes, Pepe y Carlos, lideraron la faceta de cocineros, rotando el resto en el papel de la limpieza. También, desde el primer día, todos vivimos juntos los encuentros radiofónicos de “La rueda de los navegantes”, encontrando en este punto de unión con tierra firme, un remedio para el aislamiento, además de una inestimable ayuda con las previsiones del tiempo y con la información necesaria para posicionar a los demás barcos de esta regata, que pese a tener en su espíritu principalmente la aventura de cruzar el océano, no deja de tener un aspecto competitivo que ninguno en la regata ignorábamos.

Una vez instaurada la rutina de convivencia, también pasamos a planificar y realizar diariamente las ocupaciones y preocupaciones más específicas de la navegación, tales como las comprobaciones de la dirección y fuerza del viento, turnos al timón, cambios de rumbos y de velas, revisión del estado de las baterías y de la cantidad de agua dulce en el barco…todo ello dirigido siempre por Fernando, el Patrón del barco, quien con mano firme lideraba todo el proceso que, para funcionar, debe ser un ejemplo de trabajo en equipo y respeto y confianza hacia su persona. 

Una vez “ordenado” el día a día pensaba yo que sólo quedaría disfrutar de la travesía y la navegación. ¡Qué equivocado estaba!, y es que todavía no había aprendido una de las lecciones más importantes del mar. Y es que en el mar todo se acaba estropeando o rompiendo. Así, a nuestro programa planificado, diariamente le sumábamos las horas del disgusto y la reparación. Así, como ejemplo, el segundo día se atascó y quedó inutilizado uno de los dos baños del barco quedándonos con un solo servicio para ocho personas y dieciocho días. Posteriormente se rasgó el genaker, el cual tuvimos que bajar y coser. A continuación se rompió por primera vez el hidrogenerador y lo arreglamos tras varias horas de improvisadas soluciones. Posteriormente vendría la rotura de la vela mayor, la cual también cosimos. A todo esto un pequeño aguacero sacó a luz una molesta gotera en mi camarote que tapamos como pudimos. En la segunda semana de navegación, de nuevo se estropeó el hidrogenerador con un nuevo arreglo casero. Desgraciadamente a la tercera fue la vencida, desapareciendo al día siguiente medio hidrogenerador en mitad de la noche. Se acabaron los posibles arreglos y la obtención natural de energía… ¡y yo que pensaba que todo estaba hecho!.

Sin duda una de las claves para que la travesía se realice de una forma cómoda y saludable es alimentarse bien, y como primer paso importante para ello realizar una buena compra. En Lanzarote nos acopiamos de la comida suficiente y variada que ha hecho que hayamos podido comer bien durante todo el trayecto. A destacar que la fruta nos duró en buen estado hasta el decimosegundo día de travesía (las manzanas) y tuvimos tomates hasta el último día de navegación. ¡Cómo se echa de menos la comida fresca cuando empieza a escasear!. Andábamos ya un poco faltos de originalidad en la cocina, y sobre todo de comida fresca, cuando tras quince días intentándolo, y tres anzuelos perdidos en el océano, pescamos un sabroso Pez Lirio de unos cuatro kilos de peso del que aprovechamos absolutamente todo: Pescado al horno, huevas a la plancha y la cabeza para un caldo de pescado..!vaya Festín gastronómico!.

La travesía transcurre entre rutinas y sorpresas, y por supuesto no todas son negativas, ¡que ilusión nos ha hecho cada vez que hemos visto vida animal en la travesía!. Tortugas, aves, la medusa carabela y los delfines en varias ocasiones nos han acompañado y provocado una sonrisa de felicidad. La sensación de aislamiento que nos acompaña en la travesía se mitiga en cierta forma con la visión de estos bellos animales que tranquila y pacíficamente comparten su habitat con los locos aventureros que decidimos cruzar el océano.

Otros grandes momentos de esta aventura han tenido lugar en las guardias nocturnas. Las interesantes conversaciones, las confidencias, las estrellas, el aprendizaje de nuevas constelaciones y los amaneceres me han emocionado y me han hecho recordar la importancia de estas pequeños placeres que a veces pasan a un segundo plano en la vida cotidiana.

Así, entre rutinas, sobresaltos y navegación, pasaron los días…hasta que por fin, tras dieciocho días pude gritar al amanecer lo que llevaba días, meses y años deseando gritar: “!Tierra a la vista!” , y es que, por fin, teníamos Martinica a la vista. La llegada de nuevo fue muy emocionante gracias a la calurosa recepción del barco de la organización, y a las condiciones del viento que hicieron que llegáramos a lo grande, ciñendo y realizando una navegación espectacular hasta Fort de France.

Se había acabado el viaje. Una experiencia única y fascinante que ha sido extraordinaria gracias a la benevolencia de Eolo y Neptuno, al sabio liderazgo de Fernando y al apoyo, trabajo en equipo y amistad de Raúl, Pepe, Félix, Carlos, Mila y Juanjo.

Un gran viaje, una inolvidable experiencia y un nuevo sueño cumplido.