Un viaje al pasado con las tribus del Omo. Etiopía
En el Valle del Omo, en el sur de Etiopía, más de quince tribus comparten su fértil tierra. Cada tribu tiene sus usos y costumbres, con sus propios trajes, estilismos y rituales. Lamentablemente son tribus guerreras y están muchas de ellas enfrentadas, por lo que es una zona de frágil estabilidad y riesgo de conflicto. Aunque durante nuestra visita no tuvimos ningún problema, y en general la zona es segura para los turistas, la verdad es que no es muy tranquilizador el continuo paso de personas, desde adolescentes a ancianos con una Kalashnikov a sus espaldas.
Visitar el valle, y sobre todo según nos alejamos de las poblaciones principales, es una experiencia muy auténtica. Realmente muchas de estas tribus viven como hace cientos de años, con sus pequeñas casas de adobe, su agricultura y ganadería de subsistencia y sus rituales milenarios que muchas veces nos resulta imposible de entender.
Las tribus y poblados más importantes son accesibles para los turistas previo pago a un miembro de la comunidad de una entrada. Estos pequeños poblados, siendo auténticos, si están un poco influenciados por el turismo, y así por ejemplo tratarán de vendernos cosas y nos pedirán dinero. Aun siendo un poco artificial a veces, es una forma de ayudarles en su supervivencia. Pero sin duda, para mí, las imágenes y experiencias más auténticas se viven en el momento que dejamos las visitas más planificadas y nos ponemos simplemente a observar a nuestro alrededor. Las carreteras son un hervidero de miembros de tribus con sus ganados o cultivando, vestidos en su forma tradicional y orgullosos de sus costumbres. En el camino podemos parar y visitar pequeñas aldeas donde, tras pedir permiso al jefe, compartir en sus pequeñas casas algo similar al café o un brebaje al que llaman cerveza local.
Es fascinante compartir momentos con estas personas tan fuertes y auténticas, amables y todavía ingenuas y desconcertadas ante nuestras ropas, costumbres y tecnología.
El Valle del Omo es uno de los pocos sitios del mundo donde podemos todavía ver en primera persona cómo viven tribus que mantienen sus costumbres desde hace cientos de años. Un viaje al pasado real y espectacular que esperemos que el turismo y la evolución respeten al menos en todo concerniente a sus usos, costumbres y ritos, salvo de aquellos que muchos de ellos mismos consideran malas costumbres, como la mutilación femenina, los castigos corporales o el mingui, o asesinato de bebés en determinadas situaciones, que ojalá desaparezcan lo antes posible y que son también la otra cara de la moneda de la autenticidad de unas tribus supersticiosas y ancladas en algunas ideas y supuestos totalmente inverosímiles para nuestros ojos occidentales.
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