Repensando mi experiencia soviética. Bielorrusia
Bielorrusia es en la actualidad un país complejo de visitar. Al hecho de ser una dictadura desde hace más de treinta años con los derechos limitados, se le suma el actual apoyo a Rusia y las restricciones aéreas que implican que solo se puede acceder desde la Unión Europea por frontera terrestre desde Polonia o Lituania.
Mi plan inicial era desde Varsovia ir en bus hasta Brest, en el sur de Bielorrusia, de ahí a la capital Minsk en tren ida y vuelta para volver a Varsovia en bus de nuevo desde Brest. Finalmente, tras hacer seguimiento del estado de las fronteras, hablar con locales, revisar foros etc. cambié el viaje sobre la marcha, y volví desde Minsk a Vilnius en Lituania, y de ahí de nuevo en bus a Varsovia. Una pequeña odisea de decenas de horas en autobús.
La entrada desde Polonia por Terespol a Bielorrusia fueron siete horas en la frontera, casi todas en el lado bielorruso. A unas veinte personas del bus nos hicieron pasar un control adicional donde entre otras cosas se nos miró el móvil detenidamente buscando posibles fotos comprometedoras anti régimen o de apoyo a Ucrania… es muy importante preparar muy bien estos viajes complejos, y en mi caso me llevó a borrar fotos, vídeos e incluso un libro sobre Putin del libro electrónico antes de la partida. Además, tuve que justificar que contaba con fondos para el viaje y que disponía de un seguro de viajes con una cobertura mínima de 10.000 euros.
La vuelta por Lituania me llevó unas seis horas en la frontera, pese a que solo había tres autobuses. Un proceso sin nada especial, simplemente apenas había funcionarios e iban extrañamente despacio en todo el proceso… sin duda buscando desalentar el que se viaje a Bielorrusia.
¿Y merece la pena todo este esfuerzo? Estoy seguro que para muchísimas personas no…y es muy razonable. En mi caso, sin duda. Además de conocer la última dictadura de Europa, con algunos monumentos y construcciones espectaculares de influencia soviética, he podido disfrutar de su rica gastronomía y ver en primera persona su estilo de vida aparentemente libre e incluso próspero. Pero, como no todas las realidades son como nos la pintan, he tenido la suerte de compartir conversaciones ya fuera del país con dos bielorrusos disidentes, pudiendo conocer de primera mano los horrores de una dictadura y del exilio forzoso en pleno siglo XXI.
Un viaje complejo, un reto personal superado y mucho aprendizaje en las alforjas. Todo esto me llevo de mi visita a un país singular como pocos, Bielorrusia.
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