Un real encuentro. Edimburgo
Una de las cosas que más me gustan de viajar es que, al salir de nuestra vida cotidiana, nos pasan cosas inesperadas. Algunas por supuesto pueden ser negativas, pero la mayoría son situaciones que por el mero hecho de ser imprevistas y anormales en nuestra vida habitual nos alegran y enriquecen. Son muchas de estas experiencias las que he tenido a lo largo de los años viajando, y en Edimburgo volvió a pasar...
La ciudad de Edimburgo tiene un gran peso dentro de la tradición real británica. La familia real históricamente ha pasado mucho tiempo en Escocia, así por ejemplo en el Castillo de Balmoral falleció la reina Isabel II, y el título de Duque de Edimburgo es uno de los más prestigiosos de todos lo que impone la corona del Reino Unido. Al pasear por las calles de Edimburgo se siente esta pasión por la corona inglesa, y desde su castillo, paseando por la Royal Mile, la principal calle de la ciudad, son decenas de edificios e Iglesias, muchas de ellas reconvertidas, las que no muestran la riqueza y elegancia de la segunda ciudad del Reino Unido más visitada.
Pensando en la influencia de la monarquía en la ciudad, y paseando como buenos turistas por la Milla Real, un alboroto nos llamó la atención…al acercarnos no nos lo podíamos creer…a menos de dos metros de nosotros, el príncipe Eduardo, hermano del rey Carlos III de Inglaterra, saludaba a las pocas decenas de personas que allí estábamos…así que, tras realizar contacto visual, nos saludó y nos dio las gracias por estar allí para recibirlo ¿Puede ser más especial más este momento? Lo reconozco...me sentí parte de la serie The Crown y todo, a salto de un Ryanair… ¿qué por qué me gusta viajar? Pues por momentos como este. Eduardo, amigo, no te olvides de mí…por mi lado, aunque no sabía quién eras cuando te vi, ya eres inolvidable.
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