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Good bye, Lenin...o no. Moldavia

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Moldavia es sin duda uno de los destinos menos conocidos y turísticos de Europa. Un país marcado por la influencia de dos países dispares que siguen de una u otra forma luchando por ser los preponderantes en esta región del este de Europa, Rumanía y Rusia.

Esta lucha de intereses geoestratégicos tiene su máxima expresión en la región de Transnistria. En esta región limítrofe con Ucrania se encuentra uno de los pocos estados auto proclamados del mundo. Una zona que, apoyada por Rusia, cuenta con sus propios controles fronterizos, ejército, bandera, Parlamento, pero sin duda, lo más llamativo y singular de este “estado” es que vive en la añoranza de la antigua URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). Impresiona ver las estaturas y retratos de Lenin por todos lados, así como las estrellas socialistas soviéticas o tanques y aviones de la antigua URSS convertidos en monumentos. Un extrañísimo viaje al pasado y una absoluta rareza en este mundo globalizado y tecnológico en el que nos encontramos.

Además de Transnistria, Moldavia tiene otro atractivo que también lo fue durante su pertenencia a la extinta Unisón Soviética. El vino.  Desde que fue el proveedor de vino de toda la URSS, Moldavia se ha consolidado como uno de los principales productores y exportadores de vino del mundo. Muy recomendables las visitas a sus bodegas y la degustación de algunas uvas que solo se cultivan y explotan en esta región.

En definitiva, Moldavia, con sus rarezas, influencias y singularidades es un destino para saborear y disfrutar a fuego lento, un viaje a un este de Europa que sorprendentemente todavía está bajo la influencia del camarada Vladimir, el revolucionario que cambio la historia del mundo y al que todos conocemos por Lenin.

 

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